jueves, 22 de julio de 2010

promesa.

…Solo el trinar de algunos pájaros y la peste provocada por los autos que atravesaban por sobre mi cabeza logro que mis sentidos despertaran de una forma brusca y quizás un poco mas torpe. Fueron ellos testigos y encargados de contemplar el gran sueño del que había despertado. Intente incorporarme y al hacerlo sentí un peso enorme entre mi pecho, mis pulmones entre esa mezcla ruin de alcohol y sangre solo me permitían respirar lo meramente necesario para no caer en el ahogo. Pero también era ella culpable de ese peso, de mi peso, del peso de mi ella. Aun respiraba entre mis brazos, sentí su aire tan fuerte y tan hediondo que recordé mis días en la bahía con las gaviotas. Sin decir palabra alguna me miro y sentí en su mirar el dolor del tener que recordarla siempre, no como antes, sino, como ahora. Luego cerró sus ojos como se cierran las flores al caer la tarde y lentamente pero sin lamentación alguna deje caer su cuerpo aun tibio, acompañado de una lágrima que moría con ella. Contemple su agonía, su muerte y su podredumbre también. Después de eso me marche. Ahora su dulce y exagerado recuerdo acompaña mis pasos trayendo a mi ese sin sabor solo producido por el bello abrazo de la muerte, recordándome para siempre la promesa que hice a sus tristes manos. ¡No volveré a cerrar mis ojos, así como tu, nunca jamás de nuevo, abrirás los tuyos!